La educación sexual, en palabras del experto, puede ser mala (o
incompetente) cuando no se tienen en cuenta las maneras del placer, cuando el
disfrute está puesto en segundo plano y cuando la represión y los miedos
dominan.
Permanentemente veo en mi consultorio a exitoso/as
empresario/as y profesionales, egresados/as de las mejores escuelas y
universidades pero que sexualmente parecen no encontrarle la vuelta. Buenas
madres, buenos padres, buenos amigos y amigas, excelentes profesionales pero
malos y malas amantes. Hombres muy seguros pero que en la cama todo se les
viene abajo. Mujeres imponentes que no pueden disfrutar.
Partiendo de la idea de que la sexualidad, como todo en la
vida se aprende, rápidamente podemos llegar a la conclusión de que estos
hombres y mujeres hay algo que aprendieron o que les enseñaron mal.
Si hacemos memoria y vamos un poco atrás en nuestra historia
seguramente podremos recordar a alguna profesora de matemática o a algún
profesor de historia. También podemos recordar a quien nos enseñó a andar en
bicicleta. Pero a disfrutar de tu sexualidad: ¿quién te enseñó?
La sexualidad como mala palabra
La sexualidad es un tema que sigue siendo tabú en la familia
y en la escuela, y acá es donde se origina el problema. El problema no es la
falta de educación sexual, el problema es la educación sexual que recibimos.
Porque los silencios, las miradas incomodas entre los padres o el cambiar de
canal cuando aparece una escena erótica sin ninguna explicación, también es
educación. Desde este punto de vista podemos considerar que la no educación
sexual no existe y que educación sexual hay siempre, pero lo que podemos
preguntarnos es qué tipo de educación sexual recibimos y qué educación sexual
estamos transmitiendo. Y acá tenemos una responsabilidad doble, por un lado con
nosotros mismos y nuestra sexualidad, y por otra con los demás, porque no
podemos transmitir algo que no sabemos, o no podemos transmitir bien algo que
aprendimos mal.
Simplificando el tema podemos pensar en dos tipos de
educación sexual, una vinculado al placer y otra vinculada al miedo. Cuando la
educación sexual está centrada en la anatomía, en los métodos anticonceptivos,
en los embarazos no deseados, el aborto y en las enfermedades de transmisión
sexual es una educación sexual que rápidamente evoca al miedo como herramienta
de control sobre la sexualidad. La otra educación sexual, asociada al placer,
es una educación que nos hace más libres, que nos enseña a disfrutar de nuestro
cuerpo con responsabilidad, que se olvida del pecado y que reconoce en la
masturbación una herramienta fundamental para conocer nuestro cuerpo.
No pecarás
Los mal educados sexuales son aquellos que recibieron una
mala educación sexual, pero la buena noticia es que todos tenemos la
posibilidad de abrir los ojos y de cuestionar esas ideas que nos transmitieron.
En la mayoría de los casos no hubo mala intención, porque si pensamos en quién
les enseñó a nuestros padres y así seguimos hacia atrás en nuestro árbol
genealógico, posiblemente lleguemos a tiempos en donde una mujer que disfrutaba
de la sexualidad era quemada en la hoguera por pecadora.
Nuestra responsabilidad es la de cuestionar nuestras
creencias sexuales porque la sexualidad no es más que eso: un conjunto de
creencias que tienen consecuencias directas en nuestra posibilidad de disfrutar
o sufrir la sexualidad. Sería muy extenso de desarrollar pero detrás de todos
los problemas sexuales, si, de todos, de la eyaculación precoz, de la
anorgasmia, del vaginismos, de los problemas de erección o de la falta de
deseo, siempre hay una serie de creencias vinculadas a la educación sexual que
recibimos. En la mayoría de los casos fuimos aprendiendo y construyendo nuestra
sexualidad por ensayo y error, con miedos, prejuicios y tabúes que se vienen
transmitiendo de generación en generación. Para disfrutar de la sexualidad es
necesario investigar, cuestionar, y aprender una nueva sexualidad que sin duda
es mucho más placentera y conveniente para todos.
Por eso el desafío no es el de aprender sino el de
desaprender y volver a aprender, porque es verdad que la sexualidad nos
acompaña desde que nacemos hasta que morimos, pero requiere de un aprendizaje
permanente, porque no es lo mismo lo que necesitamos saber a los 20 que a los
40 o a los 80. La sexualidad requiere de un aprendizaje permanente y es nuestra
responsabilidad dejar de ser unos mal educados sexuales y comenzar a construir
una sexualidad vinculada al placer, al amor y a la libertad. Esa sexualidad es
lo que yo llamo una Sexualidad Inteligente.
Por el licenciado Patricio Gómez Di Leva, psicólogo, sexólogo. Autor de
“Sexualidad Inteligente”. Editorial Grijalbo.
0 comentarios:
Publicar un comentario