Las situaciones sostenidas por mitos o falta de información repercuten
en el placer de la mujer. Te mostramos una selección con las creencias más
frecuentes.
sexualidad está influida por mitos, modelos culturales y
errores o falta de información que hacen que una de las actividades más
placenteras se vea perturbada. En el caso del hombre, en general pretende
ser confiado cuando no se tiene confianza; saber cuando ignora; o estar cómodo,
interesado y disfrutando cuando no lo está. Sobre estas situaciones, se generan
malentendidos y supuestos. Acá, un decálogo de los más frecuentes.
1. A todas las mujeres les gusta lo mismo. Nada más alejado
de la realidad. Todos los seres humanos somos distintos. Lo que le gusta a una
persona, a otra puede resultarle indiferente o molesto. Por eso, es importante
decirle a nuestros compañeros qué caricias necesitamos. Los hombres no
necesariamente conocen sobre la sexualidad femenina. Por más relaciones que
hayan tenido antes, no tienen por qué adivinar de qué forma reaccionará nuestro
cuerpo. Cada uno tiene sus propias particularidades y deben ser respetadas.
2. Acariciarse únicamente en la cama. Si bien todos los
varones han escuchado sobre la importancia de las caricias previas, algunos
ignoran que éstas empiezan mucho antes de entrar a la habitación. Para sentirse
sexualemente dispuesta, una mujer necesita sentirse cortejada y seducida,
necesita que su pareja le demuestre cariño, y no la bese y abrace únicamente
cuando busca un encuentro sexual.
3. Ir demasiado rápido a la penetración. Muchas mujeres
manifiestan que para lograr un buen encuentro sexual necesitan besos y caricias
en distintas partes del cuerpo (brazos, piernas, abdomen, glúteos, senos,
etcétera), para recién llegar a los genitales. Todo el cuerpo es una gran zona
erógena: hay que explorarlo, conocerlo y descubrir diversos puntos eróticos antes
de llegar a los genitales. Además, los aspectos psicológicos y emocionales son
muy importantes para las mujeres, por lo que no deben ser desestimados.
4. Tener la mente en el orgasmo. Para muchos hombres, es
imposible concebir una relación sexual en la que no aparezca “obligatoriamente”
la eyaculación y el orgasmo. A veces, y sobre todo después de la edad media de
la vida, aparecen con cierta frecuencia dificultados no orgánicas con la
erección o la eyaculación. Y estos hombres en lugar de vivir con placer lo
logrado, viven con angustia lo no logrado. A causa de este mito, es difícil
concebir que el sexo puede ser algo relajado, con interrupciones, descanso,
charla o risas. En fin, algo sumamente agradable y menos ansiógeno. No hay
dudas de que el orgasmo es muy placentero, pero deja de serlo para el hombre y
la mujer cuando alcanzarlo los hace “trabajar mucho”. En muchas ocasiones, una
relación sexual puede ser agradable para ambos, aunque alguno no haya llegado
al orgasmo.
5. Querer que cada relación sea como en las películas porno.
Por un lado, mirar películas porno está bien, si los dos están de acuerdo. Pero
lo que se ve en ellas, no es real, es una fantasía. Creo que la pornografía
construye mitos de cómo debe ser la sexualidad, creando altos niveles de
exigencia que, como consecuencia, contribuyen a la persistencia de conflictos
sexuales en los espectadores que tienen algún tipo de conflicto sexual. Las
películas sostienen tendenciosamente, por ejemplo, que el largo del peno es lo
más importante para la satisfacción femenina o que las mujeres se excitan más
si son maltratadas. Por eso, hay mujeres que rechazan el porno, quizás porque
ha sido concebido desde esa particular manera masculina de entender la
sexualidad.
6. Pensar que la penetración es todo. Para muchos hombres,
el sexo consiste en penetrar. Esta creencia proviene de aquel mito según el
cual la mujer solo alcanza el orgasmo con el coito. Sin embargo, la mayoría de
las mujeres no pueden alcanzar el orgasmo solo con la penetración. En la
respuesta femenina, es importante la estimulación adecuada del clítoris. Cuando
los varones conocen esto, sus exigencias se reducen.
7. Creer que el clítoris es todo. Si bien el clítoris es
importante, centrar la atención en él tampoco es una buena opción. ¿Por qué?
Porque el clítoris es muy sensible. Si se lo estimula en exceso o con
violencia, se puede irritar y producir una sensación molesta. Es importante
recordar que el cuerpo de las mujeres alberga una cantidad de zonas sensibles
muy amplias y estimularlas enriquecerá la experiencia sexual.
8. La cantidad es lo más importante. La mayoría de los
varones privilegia la cantidad sobre la calidad, porque relaciona la capacidad
de tener más de un orgasmo con la juventud y la virilidad. Los hombres más
jóvenes pueden repetir el acto sexual varias veces y con la edad esta
posibilidad desaparece. El concepto masculino de competencia y rivalidad con
los demás también está presente en el terreno sexual. Es común que se jacten de
sus propios récords. Por eso, el número es tan importante para ellos.
9. A mayor tamaño, mayor placer para la mujer. Según
estudios reconocidos a nivel mundial, el tamaño del pene erecto varía entre los
12,5 hasta los 17 centímetros de longitud. Y está comprobado que esta medida no
se relaciona directamente con la que tiene el miembro en estado fláccido. Por
otras partes, las paredes de la vagina están formadas por músculos elásticos
que se adaptan al tamaño del pene y la zona más sensible de la cavidad vaginal
se encuentra en los primeros centímeros y en los labios vulvares. Esto quiere
decir que el tamaño del peno no influye directamente sobre la intensidad del
placer femenino.
10. Si no goza, es
por mi culpa. Hay hombres que piensan que deben iniciar la relación sexual,
guiar a su compañera, garantizar que disfrute y que llegue al orgasmo. Esto
parte del prejuicio de que la mujer es pasiva en el sexo. A pesar de que esta
idea se ha flexibilizado y a la mayoría de los varones les gusta que la mujer
tome la iniciativa de vez en cuando, se sienten inhibidos cuando pierden el
control de la situación.
Cuando estos mitos se identifican, validan y plantean dentro
de la pareja, es posible que los temores a ciertas conductas sean afrontados o
desvirtuados generando niveles de experiencia y descubrimiento que pueden
llevar a las parejas a experimentar de manera más libre sus relaciones
sexuales.
Por la licenciada Diana Resnicoff, psicóloga y sexóloga
clínica, secretaria científica de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana
y administradoradel portal e-sexualidad.
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