Entre los inexpertos y vitales potrillos de 20 y pico y las mujeres
maduras, independientes y experimentadas de más de 40 se cierra cada vez más la
grieta. La sexóloga Sandra Lustgarten nos cuenta casos reales y experiencias de
consultorio.
Somos mujeres maduras que tenemos el dolor encarnado en la
piel. Más de media vida vivida (si con suerte tocamos los 100 años). Hoy,
llevarnos un bebé a la cama, pensando en un chico 20 años menor que nosotras,
no es visto ya como una barbarie. Simplemente la vida es corta, el reloj
biológico de las mujeres va rápido, los síndromes premenopausicos empiezan a
aparecer cuando menos los esperamos y la depresión de saber que todos los
síntomas (falta de lubricación, calores, cambio del esquema corporal, etc.)
son... ¿el fin de una era llena de placer y emociones? ¿Qué sucede cuando tienes
un bombón 20 años menor que vos? ¿Qué les sucede a las mujeres más grandes?
Levantamos la autoestima, sentimos que al fin alguien vuelve a mirarnos, a
halargarnos, sentimos que la diferencia se borra y solo queda la fantasía al
fin cumplida de poder tener lo que creímos que jamás volveríamos a tener.
Volver a confiar
Volver a confiar en nosotras significa que nuestro cuerpo se
revitalice. Más allá del cuerpo que nos pertenece, hay algo corporal que se
manifiesta en el contacto intimo: "compatibilidad". La compatibilidad
es un porcentaje altísimo del éxito en una relación íntima. La piel y el
contacto es lo que te arrima o te aleja, lo que te enamora y te engancha y
hasta lo que te hace aumentar el deseo sexual.
Las mujeres maduras, en esta época, suelen generar una
suerte de enamoramiento en los varones menores. Será que la experiencia, la
forma de estimularlos, de tocarlos, la manera en que cada una se suelta, es
algo que a los varones los llena de lujuria y deseo. Porque la sabiduría para
decir esas palabras y jugar esos roles que estimulan la fantasía y el perder
las vergüenzas ya no es un impedimento. Podemos pensar que hace años, de la
mano de Freud, diagnosticaban patologías como "perversión" para esta
diferencia de edad, hoy a la claridad de una tendencia porcentual interesante,
esa clasificación resulta un poco obsoleta.
Un varón más joven sabe cómo tratarlas
Lo que cuentan las mujeres que atiendo que tienen un amante
más joven es que ellos saben cómo tratarlas al ir a la cama. Tienen no solo la
juventud, sino todo un aprendizaje por delante respecto a posiciones nuevas,
caricias, previa, sexo oral, uso de juguetes, etc. “Lo que sucede -dice Clara-
es que cuando estaba casada a mi marido no le podía aparecer con taco aguja o
un vibrador. Él me decía ‘no me gustan esas cosas´; yo con Manu juego todo tipo
de juegos y transgresiones. Me siento joven, casi de la misma edad, y siento
que satisfacer a un hombre más joven es un orgullo aunque tenga unos kilos de
más. Me hace sentir igual una diosa, me mira con amor y todo lo que hago y me
pongo le encanta, la frecuencia ya no es un problema, hay sexo sin horario, sin
límite y cuando hay ganas.”
Ana, en cambio, cuenta que su pareja de 58 años necesita
permanentemente del sexo oral para que le responda el miembro, no hay caricias,
ni besos en la boca, no hay juego, ni mimos, siempre la relación debe comenzar
“si hago sexo oral, cosa que él a mi no me hace porque pierde la
erección".
¿Sexo por compasión?
Olvidemos el sexo por compasión o el sexo para que no se
vaya con otra o porque hay que cumplir. Hoy el sexo tiene otras condiciones que
se rigen por el placer. No hay sexo sin placer o si lo hay dura un “toco y me
voy”. Nadie quiere ni apuesta a la sexualidad sin gusto. Sucede entonces que a
la compatibilidad de carácter, que a la disciplina de una charla que aburre,
que a la permanencia porque hay hijos de por medio, que a la tradición familiar
y matrimonios por conveniencia ya no funcionan. Les está empezando a ganar la
necesidad de deseo y placer. Sin deseo muere la esperanza de conservar una pareja,
sin placer muere la intimidad de la misma y se expone al engaño y la traición.
Las mujeres que no
tienen una segunda opción mueren de hambre
Me gusta analizar que a veces estar con alguien menor es una
segunda opción a la decepción de haber perdido un marido y anular la vida
sexual. Hay una etapa de la vida en la que no hay que explicar ya nada a nadie.
Los hijos se van, la vida cambia, el nido vacío se siente y seguimos cuidando
ciertos detalles del cuerpo no solo para nosotras sino para sentirnos en
sintonía con el mundo externo. Aventurarnos a la idea de que no importa la
diferencia de edad si esa situación vuelve a despertar las ganas de tener sexo,
si estimula nuestra fantasía o nos hace sentir vivas, joviales, con un cuerpo
apto para la erotización y el placer. Nadie debería juzgar lo que al otro le da
seguridad, le aumenta la autoestima, le da recursos para fortalecer su “yo” o
ayuda a transitar una etapa de duelo por el cuerpo perdido o por etapas de la
vida que no volverán. La lujuria es un factor importante. No importa si tenés
temores, los que afloran irán disipándose cuando te des cuenta de que la
diferencia de edad puede o no notarse. Hay hombres más jóvenes muy abandonados
y mujeres mayores muy bien tratadas y cuidadas (la diferencia solo está en la
cabeza).
Una época sin
prejuicios
Una época sin prejuicios para vivir a pleno la vida, para
sentir que nada se detiene, que el tiempo pasa pero cuanto más felices somos,
mejor. Si una relación te devuelve la sonrisa, el deseo de mostrarte desnuda y
no taparte, si te devuelve la confianza o la sensación de tener ganas cada vez
más, entonces sos dueña de ese nuevo universo sexual que, mas allá de la
diferencia de edad, te permite mantenerte joven. Porque el sexo a cualquier
edad rejuvenece, permite una mejor circulación sanguínea, recupera el estado,
combate la depresión, mantiene la mente joven y mejora el carácter.
Por la licenciada Sandra Lustgarten, psicóloga y sexóloga.
Twitter: @sandralust
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